Mars Climate Orbiter: lost in translation
Nos pide Javier para esta tarea que pensemos en un momento “espacial, especial” que nos haya impactado personalmente. Hay tantos que no es sencillo, pero uno de mis momentos “espaeciales” tiene poco que ver con el romanticismo del aterrizaje en la luna o con el dramatismo de la destrucción del transbordador espacial. Es mucho más humilde, tiene que ver con la ocurrencia casual de un error imposible, un error probablemente asociado a falsa seguridad de que de lo que uno hace es sin duda lo correcto, un error que tiene que ver con la esfera en la que muchas veces vivimos sin ver más allá de sus límites.
Ocurrió el 23 de septiembre de 1999, cuando la NASA perdió una sonda espacial valorada en más de 300 millones de dólares de la época. Un incidente que sucedió al final de una década de grandes éxitos espaciales que podrían haberse convertido en protagonistas de esta misma tarea: la Voyager 1 fotografía todo el sistema solar por primera vez, el Hubble se pone en órbita sin ser consciente de la importancia que tendría en los siguientes años, Magellan se acerca a Venus, Galileo juguetea con un asteroide en su viaje hacia la órbita de Júpiter para darse un baño mortal en su atmósfera, Aleksander Wolszczan & Dale Frail observan el primer exoplaneta, Ulysses orbita el sol, Valeri Polyakov se tira 437 día en la MIR, la Mars Pathfinder le va abriendo camino en Marte al Perseverance y en la ISS ya es posible saludar a personas de cinco países diferentes.
En definitiva, toda una década llena de misiones con increíbles avances en tecnología: vida en el espacio, tele-control, amartizajes, alunizajes, ensambles y desensambles espaciales de naves con precisión relojera, y de repente, una noticia que se sale de la línea de progreso, una noticia que hoy en día hubiera sido tomada como “fake”.
Resulta que la Mars Climate Orbiter enviada a Marte por la NASA se destruye al acercarse excesivamente a la atmósfera marciana por un error humano en las unidades de medida. La mayor agencia espacial del momento no tuvo en cuenta los diferentes sistemas de medida que utilizaba uno de sus proveedores: Lockheed Martin Corporation desarrolló una parte del software de control de tierra en unidades del sistema americano mientras que la propia NASA estaba programando sus comandos a la nave en unidades del sistema métrico.
El desastre se fraguó cuando las pulgadas se mezclaron con los centímetros, las millas con los kilómetros y las libras con los kilogramos. La magia de la tecnología espacial cayó como un castillo de naipes, falló lo básico, uno de los naipes que sujeta toda la supraestructura que conforma el castillo. No falló el complicado diseño de la sonda, no falló el arriesgado momento del despegue, no falló el sistema de comunicaciones con el ingenio espacial, ni siquiera los complejos cálculos matemáticos para hacerle llegar a su destino. Falló la suma de “peras y manzanas”.
En cualquiera de estos enlaces podéis encontrar los detalles de la historia y de la intrahistoria de este incidente, porque resulta que, a pesar de la confusión de unidades, tal vez hubo señales durante el viaje que permitían haber evitado el desastre.
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