“En la Tierra, somos más de la Luna, muy a pesar de Marte”
Después de un módulo muy interesante y denso en cuanto las referencias literarias de cada clase, he optado para esta tarea por algo más ligero aunque, desde mi punto de vista, también interesante. Se trata de analizar brevemente, los comics de Hergé (1907-1983) Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna, de la colección de Aventuras de Tintín.
Ambas historias se publicaron por entregas entre el 30 de marzo de 1950 y el 30 de diciembre de 1953, pero por su temática y por el tratamiento que daba a temas científicos, y también podríamos decir que políticos, ambos volúmenes se convirtieron en una referencia para lectores de todas las edades. Años después se realizó también una versión en cine animado.
Visto desde hoy, cuando parece que la Luna ha dejado de ser un objetivo prioritario y se centran los esfuerzos espaciales no solo en viajar a Marte sino en establecer una colonia en ese planeta, la obra de Hergé cuenta una historia adelantada a una época, relata unas aventuras que casi podemos decir describieron premonitoriamente lo que casi dos décadas después conseguiría el Apolo 11 el 21 de julio de 1969
La Luna en la literatura
Los viajes a la Luna han estado presentes en la literatura mucho antes de lo que pensamos, incluso unos cuantos siglos antes de que Neil Amstrong y Buzz Aldrin llegaran a la Luna.
A la vista de los datos que aporta el interesante artículo e Xabier Durán “Viajes Literarios a la Luna”, podemos percibir el interés de la humanidad por nuestro satélite. Siempre ha estado ahí, para hacernos soñar, como objeto de nuestros deseos, como lugar de misterios o como hipotético futuro asentamiento humano.
Según nos cuenta Xabier Durán, en “Las maravillas más allá de Tule”, una obra escrita entre los siglos II d. C. y III d. C. por Antonio Diógenes ya se describe un breve viaje mágico a la Luna. También el griego Luciano de Samósata (c. 125 – c. 192) en su Historia verdadera, escrita en el año 160, llega a la Luna en un barco con cincuenta remeros, arrastrado el viento. Dante (1265-1321) describe en “La divina comedia” como el poeta y Beatriz llegan al satélite utilizando el simple vuelo. Posteriormente Ludovico Ariosto (1474-1533) publicó en 1516 el poema épico “Orlando furioso”, en el que el protagonista, enloquecido de amor, llega a la Luna en el carro de fuego del profeta Elías. En Somnium el propio Kepler sueña que lee un libro que habla de un joven islandés llamado Duracotus llega, por invocación al diablo, hasta la isla de Levania, nombre de lo que en la Tierra se conoce como Luna.
En 1638 Francis Godwin (1562-1633), Obispo de Hereford, pública “El hombre de la Luna o descripción del viaje allí de Domingo González, el mensajero veloz”, en la que el protagonista diseña una máquina tirada por 25 gansos que lo llevará a nuestro satélite. El mismo año 1638 aparece una obra que estudia, desde un punto de vista totalmente científico, un posible viaje a la Luna. Se trata de “El descubrimiento de un mundo en la Luna”, de John Wilkins (1614-1672). No acabaría el siglo XVII sin otro viaje a la Luna. Es el que narró el francés Savinien Cyrano de Bergerac (1619-1655) en “El otro mundo o los Estados e imperios de la Luna”. El modo de viajar en esta ocasión es todavía más inverosímil: impulsado por unos cohetes y con el cuerpo untado con tuétano de buey.
En 1835 el escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849) publicó “La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall”. El protagonista viaja con un globo y durante el trayecto puede respirar gracias a un invento que transforma el vacío en aire. Verne en 1865 publica “De la Tierra a la Luna” y en 1869 “Alrededor de la Luna” obras en las que describe con la mayor precisión técnica posible para el momento el viaje hacia la luna y las observaciones realizadas al orbitar alrededor de ella antes de volver a la Tierrra.
Herbert George Wells (1866-1946) publica en 1901 “Los primeros hombres en la Luna”. El viaje se hace gracias a una sustancia descubierta por el químico Cavor, que anula la fuerza de la gravedad y así permite que un objeto se eleve. El ruso Konstantín Tsiolkovski (1857-1935). Fue, pues, uno de los pioneros de la astronáutica y publica “A la Luna”(1893) y “Más allá del planeta Tierra”(1917)
Es evidente el interés de los viajes a la Luna en la literatura y Hergé ha sido el escritor más cercano a la consecución real de este hito. Para ello se documentó de forma muy importante y utilizó el comic como medio de expresión. Dividió su narración en dos partes muy significativas desde el punto de vista científico: una primera parte de investigación, preparación y despegue y un segundo volumen de alunizaje, descripción del paisaje lunar y regreso a la Tierra.
Además utiliza como hilo conductor otras cuestiones sociales de la época en la Europa que se recuperaba de sus cenizas, justo después de la segunda Guerra Mundial. La aventura se desarrolla un país imaginario llamado Syldavia que podría interpretarse como una de las zonas de desestabilización en Europa, en plena Guerra Fría. Sus historias, aunque leídas a cualquier edad, creo que están dirigidas a jóvenes y adultos. Son historias de espionaje y contraespionaje que genera violencia explícita, de héroes y villanos en las que el "mal" tiene consecuencias nefastas. Además, la temática científica se expone en cierta manera simplificada pero con una gran cantidad de detalles para el formato (cómic) en el que narra la aventura espacial.
Objetivo la Luna: primera parte de la aventura
Uno de los objetivos de la misión era fotografiar la cara oculta de la luna y preparar la tecnología para un viaje tripulado. El volumen describe la fase de pruebas con tecnología experimental y finaliza con el lanzamiento exitoso del cohete lunar y todo el equipo de protagonistas viajando hacia la Luna.
Hergé organiza un peculiar grupo de astronautas, además de Tintín y su inseparable Milú, el Capitán Haddock, los hermanos Hernández y Fernández son acompañados por un grupo de técnicos especialistas del programa espacial liderados por su amigo el Profesor Silvestre Tornasol.
La historia transcurre en el Centro de Investigación Atómica Sprodj, un centro secreto de investigación de máxima seguridad, entre montañas, oculto a las miradas de terceras personas, que sin duda refleja el ambiente de secretismo de la posguerra y la Gran Ciencia dirigida por gobiernos en una carrera por obtener la supremacía científica (en este caso el liderazgo espacial). No faltan en este escenario la intriga y las referencias bélicas a una guerra recién finalizada: ataques aéreos, defensas antiaéreas, espías en paracaídas y el robo de información secreta.
Científicamente el ambiente de este primer cómic aporta muchos detalles sobre ciencia y tecnología, la propia infraestructura en la que se desarrolla el proyecto está cargada de detalles de ingeniería. Se describen también las pruebas que deben realizar los futuros astronautas con todo el equipamiento, los trajes, la tecnología espacial. Aparecen rayos X, telescopios, radares, los cohetes con motor de reacción nuclear y herramientas que permiten controlarlos a distancia y destruirlos si fuera necesario. Del propio cohete se muestra una estructura distribuida en varios niveles, con un puesto de pilotaje, cuadro de mando, pantallas de visualización y compartimentos estancos.
Los personajes hacen referencia a nociones interesantes sobre ciencia: el peso en la luna menor que en la tierra, comprobaciones de vacío, descenso de temperatura a -50ºC, trabajo en micro gravedad, pilotaje automático o las primeras imágenes de la tierra vista desde el espacio.
Queda bien reflejada la tensión del despegue, con la cuenta atrás, la pérdida de conocimiento de la tripulación a causa de la fuerza de la gravedad y finalmente la alegría del centro de control una vez se confirma que todo va bien en la nave. Resulta verdaderamente impresionante lo acertado de estas descripciones con la realidad de lo que ocurriría en años posteriores.
En el libro Aterrizaje en la Luna, la segunda parte de la aventura
El viaje marcha según lo previsto, pero pronto comienzan las complicaciones. Surge el problema de suministro de Oxígeno cuando encuentran a los Hernández y Fernández dentro de la nave. Aparece el asteroide Adonis que curiosamente es muy similar al objeto interestelar Oumuamua muy reciente en nuestra memoria.
Hergé juega con el concepto de gravedad y lo riesgos de un viaje espacial durante una buena parte de las viñetas: la vida en microgravedad dentro de la nave, zapatos de suela magnética para no flotar en ausencia de gravedad, el viaje del capitán y Tintín fuera de la nave, atracción al acercarse a la órbita del asteroide, el riesgo de perderse en el espacio.
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