El 27 de febrero de 2017, la OMS publicó por primera vez la lista de las bacterias para las que se necesitan urgentemente nuevos antibióticos. Y lanzó un gran reto al mundo investigador: buscar alternativas viables para hacer frente a las cada vez más frecuentes y resistentes Superbacterias.
La OMS da más pistas para abordar el problema y prioriza la necesidad de antibióticos en tres categorías:
- Prioridad crítica incluye las bacterias que presentan resistencia a la última barrera de tratamiento: los antibióticos de tercera generación (carbapenémicos y las cefalosporinas). Son especialmente peligrosas en hospitales y residencias de personas mayores. Algunos ejemplos son las Pseudomonas, o las enterobacterias Klebsiella, E. coli, Serratia.
- Los siguientes niveles de criticidad agrupan bacterias que muestran una resistencia cada vez mayor a fármacos. Un par de ejemplos son la Neisseria gonorrhoeae o la Salmonela.
También la OMS ha avisado repetidamente que uno de los grandes generadores de resistencias es la utilización indiscriminada de antibióticos en personas, animales o incluso en la propia agricultura. A pesar de importantes campañas institucionales esta primera acción preventiva parece que tiene un mínimo efecto.
Bacteriófagos
Pues bien, resulta que para resolver este problema que se nos escapa de las manos, un tipo de virus se puede convertir en nuestro mejor aliado. Los protagonistas de esta carrera por defendernos de las infecciones son los bacteriófagos, unos virus que sólo infectan bacterias y que fueron descubiertos hace ya más de un siglo. Aunque por su diminuto tamaño y simplicidad puedan hacerles parecer de menor importancia, son las entidades biológicas más ubicuas y abundantes del planeta.
En sentido literal-coloquial un bacteriófago es un “zampabacterias”, en un sentido un poco más adecuado a un Máster de ciencia, son virus que infectan a las bacterias y parasitan su maquinaria enzimática. Podríamos decir que a pesar de su escasa estructura, son “seres muy vivos” en el sentido pícaro de la palabra vivo.
Su mecanismo de ataque es relativamente sencillo de entender y un poco más complicado de explicar. Básicamente Se unen a la bacteria por la que tienen especificidad, introducen su material genético, aprovechando la maquinaria enzimática de la propia bacteria, replican innumerables veces el material genético dentro de ella y la destruyen produciendo la ruptura de la membrana celular. Este ciclo se repite con las nuevas generaciones de fagos recién creados hasta eliminar todas las bacterias que están produciendo la enfermedad.
Ventajas frente a los antibióticos- Son de acción rápida y específica, afectan sólo a la bacteria diana sin dañar ninguna otra célula. son como un “fármaco a medida”.
- De momento, no se han descrito efectos secundarios en su utilización.
- Algunas enzimas codificados por los fagos, se denominan endolisinas, rompen la membrana celular y pueden utilizarse como bactericidas.
- La resistencia de las bacterias a los antibióticos no las hace resistentes a los fagos.
- Son muy abundantes, diversos biológicamente y de fácil obtención, esto puede ayudar a diseñar tratamientos “a la carta”.
- Se pueden utilizar varios de forma combinada, lo que minimiza la probabilidad de que la célula mute generando resistencias.
El proceso para conseguir un producto terapéuticamente utilizable
- Son de acción rápida y específica, afectan sólo a la bacteria diana sin dañar ninguna otra célula. son como un “fármaco a medida”.
- De momento, no se han descrito efectos secundarios en su utilización.
- Algunas enzimas codificados por los fagos, se denominan endolisinas, rompen la membrana celular y pueden utilizarse como bactericidas.
- La resistencia de las bacterias a los antibióticos no las hace resistentes a los fagos.
- Son muy abundantes, diversos biológicamente y de fácil obtención, esto puede ayudar a diseñar tratamientos “a la carta”.
- Se pueden utilizar varios de forma combinada, lo que minimiza la probabilidad de que la célula mute generando resistencias.
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