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Ciencia, tecnología y sociedad_Tarea 3


La publicación del libro “La universidad innovadora” (Christensen, The Innovative University, 2011) contribuyó al impulso de los cursos masivos abiertos en línea, o MOOCs, en colegios y universidades como Harvard o MIT. Este salto a la educación-no-presencial o educación online, agudizado y perfeccionado durante la pandemia COVID-19, ¿acabará suplantando la universidad presencial como predijo Christensen? ¿Es posible resistirse a ese tipo de cambios “disruptivos”? ¿Juegan algún papel el deseo, los horizontes utópicos, los compromisos políticos… o son enteramente irrelevantes frente a la inevitabilidad de la razón tecnológica?


El siguiente comentario sobre la teoría de Christensen está basado en el artículo The Disruption Machine: What the gospel of innovation gets wrong de Jill Lepore , que en cierta medida, no deja de ser una aproximación disruptiva a la teoría de Christensen.

No es fácil hablar en contra de la innovación disruptiva de Christensen, contradecirle significa llevar la contraria a todo un visionario, un empresario de éxito y gurú de su propia teoría, pero precisamente esto es lo que hace Jill Lepore en su artículo. La lectura de este trabajo aporta una perspectiva muy interesante que nos permite vislumbrar en qué se equivoca Christensen, o al menos nos permite reconocer que no todo es cierto en el evangelio de la innovación.

Con respecto a las preguntas planteadas para la tarea, a primera vista la respuesta podría parecer sencilla.

En el mundo tecnológico que vivimos:

  • los MOOC acabarán suplantando a la universidad presencial
  • es imposible resistirse a los cambios disruptivos
  •  y la tecnología está por encima de nuestros deseos

Sin embargo, las predicciones de Christensen utilizando su teoría de la innovación disruptiva no son tan rotundas como nos hace ver el éxito de sus publicaciones. Como dice Lepore,  “La innovación disruptiva como teoría del cambio está destinada a servir como crónica del pasado (esto ha sucedido) y como modelo para el futuro (seguirá sucediendo)”  Ni más ni menos, no es un oráculo certero e imparcial.

En primer lugar, está claro que los argumentos sobre el éxito y el fracaso de los casos de uso analizados por Christensen para validar sus teorías presentan sesgos a tener en cuenta, en segundo lugar, es una teoría que nació centrada en aspectos del mundo empresarial que difieren claramente de  la función y los objetivos de la mayoría de las instituciones universitarias, y por último, existen una gran cantidad de factores externos, factores de contexto, factores incluso historiográficos que convierten una idea tal vez novedosa en lo que posteriormente se puede considerar una innovación disruptiva.

La realidad es que los cambios sociales no son tan inmediatos (salvo en guerras o catástrofes) y el mismo ejemplo de los MOOCS es así. Desde su publicación en 2011 la universidad se ha modernizado pero el modelo tradicional de docencia no se ha sustituido, ni siquiera en época de pandemia y pospandemia, cuando tras un periodo de formación universitaria no presencial forzado por la situación epidemiológica, los principales actores de este modelo de educación han reclamado, y han practicado de hecho, una vuelta, al menos parcial, a las aulas, a la educación presencial tradicional. 

Esto, por supuesto, no quiere decir que los modelos basados en MOOC no cumplan su función o no formen parte del presente y futuro universitario (este mismo Máster es un ejemplo de que forman parte del presente) sino que de momento tendrán que convivir con métodos tradicionales y tal vez dentro de 50 años un nuevo Christensen los analice retrospectivamente como una innovación disruptiva…o tal vez no.

Hay muchos ejemplos de cambios disruptivos que no han tenido éxito, seguramente son muchas más las propuestas disruptivas fracasadas que las propuestas convertidas en estandarte de cambios profundos en nuestro modo de vida. La clave de que ocurra una cosa o la otra es multifactorial, está en la colectividad, en la aceptación de la propuesta por la propia sociedad, en proyectos innovadores y revolucionarios que solucionen problemas y necesidades (reales o percibidas) de las personas o de la sociedad (y que se consideren necesario resolver o satisfacer). 

Los horizontes utópicos que como seres humanos nos marcamos a nosotros mismos, incluso los compromisos políticos, influyen decididamente en el recorrido de las innovaciones disruptivas. Por ejemplo, ¿se hubiera desarrollado a tanta velocidad la "industria" del ARNm para la fabricación de vacunas sin la pandemia? No es tan sencillo como “liarse la manta a la cabeza” y lanzarse a una aventura  disruptiva, la disrupción puede estar de moda pero el contexto es un parámetro determinante para su éxito.

En línea con la cita de Lapore, las historias sobre innovación disruptiva pueden proporcionar una interpretación a experiencias de lo que ha sucedido e incluso ideas o advertencias de lo que puede suceder, pero no sustituyen a una reflexión crítica en cualquier materia, ni a un análisis meditado de alternativas en momentos de decisiones difíciles de cambios drásticos de modelos de servicio (o de negocio), como puede ser en la educación universitaria.

P.D. 

Y en este mundo hiper-tecnologizado, lo disruptivo sería prescindir de la tecnología...



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