Ciencia y artes_Tarea 4.1.-
Arquitectura, Pintura y recuerdo en el Guggenheim
No cabe duda que tal y como comienzan a desvelar las neurociencias, existen corredores sinápticos que llevan las percepciones de nuestros sentidos hasta aquellos lugares de nuera mente donde se alojan las emociones. Lo que vemos, oímos, sentimos se traduce en respuestas emocionales de placer, sufrimiento, alegría o tristeza, sin que, en muchas ocasiones, ni siquiera seamos conscientes de ello.
En este ejercicio nos pide Margarita identificar y explicar esas emociones que seguramente hemos sentido cuando hemos estado ante una obra de arte.
En mi caso voy a intentar describir las sensaciones vividas la primera vez que acudí al Museo Gugenheim en Bilbao hace ya bastantes años pero que por alguna extraña razón aún recuerdo la visita a una exposición en 1998.
La primera obra de arte con la que me encontré fue evidentemente es el propio museo. Una obra de arte de la arquitectura, un inmenso edificio que ha revolucionado la ciudad de Bilbao. Un edificio que había visto construir de lejos pero al estar a punto de entrar cambiaba totalmente de perspectiva. Me asombró su tamaño, su complejidad, la aparente incoherencia de sus formas curvas en todos los sentidos y la mezcla de materiales, piedra, cristal y entre los que destacaba las láminas de titanio como si fueran escamas de pez.
Desde un punto de vista determinado al acercarme se percibía la forma de proa de barco que decían era un homenaje a la zona de astilleros que anteriormente se ubicaba a lo largo de la Ría del Bilbao. Verlo desde fuera me impresionó, pero entrar en el atrio impone aún más al encontrarte debajo de una zona en la que siguen las curvaturas y con una altura de cerca de 50 metros.
Una vez dentro una nueva sensación de extrañeza ente la chapas de metal marrón que conformaban la instalación permanente de Richar Serra “la Materia del tiempo” una especie de laberinto metálico que una vez más asombraba por su tamaño
Mirar por los grandes ventanales y ver la ría de Bilbao, donde antes existían fabricas, industrias y astilleros, me retrotrajo a unos años antes y a una colección de recuerdos del final de la década de los 80.
Toda aquella zona se encontraba en pleno declive industrial. A poca distancias de esta ubicación los astilleros Euskalduna a punto de cerrar y las reivindicaciones laborales que convertían el cercano puente de Deusto en una batalla campal un día tras otro: arriba las fuerzas antidisturbios y abajo los trabajadores. Arriba las pelotas de goma y abajo los tiragomas.
El recuerdo claro de aquellos años de protesta previa al inicio de la construcción del edificio cuando se levantaron voces en su contra por el gasto económico que suponía en una Bizkaia que justo acababa de cerrar sus industria naval en el mismo sitio que ahora se levanta el museo.
Y ahora todo aquello lo sustituía una obra de arte de la arquitectura moderna que tal vez no fue apreciada por una gran parte de la población hasta el paso de los años. Las heridas del declive industrial aún estaban muy recientes.
https://elpais.com/espana/2020-07-09/el-pais-vasco-funciona-al-ritmo-que-marca-la-ria.html
Pero a lo que ese día iba realmente era a ver la muestra sobre China y sus 5000 años de historia, que exploraba las innovaciones y transformaciones del arte chino a lo largo de todo ese tiempo, desde los jades del Neolítico hasta nuestros días. El Museo se preparó para la muestra incluso transformando parte de sus espacios según las propuestas arquitectónicas de Arata Isozaki.
De toda la exposición me sorprendió una de las salas con pinturas de gran formato que mostraban imágenes cuadros del Realismo Socialista, cuadros de la Revolución Cultural.
Una obra que impresionaba una vez más, por el tamaño, por el realismo de sus figuras con tonos brillantes y luminosos. Trabajadores y trabajadoras chinas sonrientes, colaborando juntos en diferentes tareas. La imagen de compañerismo alegría, vitalidad y felicidad que irradiaban las personas
La imagen que se me quedó en la memoria representaba el trabajo agrícola de un grupo de personas. No estoy seguro pero creo que una de las obras era la visita de Mao a los campos de cultivo. El realismo socialista como corriente estética pretendía llevar los ideales del comunismo al arte.
Y no sé por qué en ese momento el recuerdo volvió a volar a otro conflicto también de finales de los 80: las protestas de la plaza de Tiananmén de 1989. Pensé si los héroes de la Revolución Cultural representados en ese cuadro como a personificación de la felicidad eran conscientes de las protestas y la represión que sufrirían, pocos años después, parte del pueblo chino cuando quiso hacer una nueva revolución.
Chen Yanning, El presidente Mao inspecciona el campo de Guangdong. 1972. Óleo sobre lienzo.
En definitiva, dos obras de arte que me hicieron reflexionar sobre hechos similares en momentos similares, momentos de cambio social que de una u otra manera quedaron asociados a las propias obras de arte.
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