Ciencia, tecnología y sociedad_Tarea 5. Cornupianismo, tecnofideismo y solucionismo
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Cornucopia
“Cada generación ha anunciado catástrofes, y ninguna ha ocurrido. Al revés, el mundo es más vivible ahora y continuará mejorando en el futuro como hasta ahora.”
Cada generación ha anunciado catástrofes y unas cuantas sí han ocurrido, la última la tenemos encima, otras han ocurrido y se han olvidado, (por ejemplo, y hablando de pandemias, que casi la totalidad de la población Amerindia sucumbiera a las enfermedades que llevaron los conquistadores europeos se acerca mucho a una catástrofe, o que hayan desaparecido buena parte de las selvas del mundo, o que la contaminación en ríos y mares llegue a generar islas de desechos de cientos de km cuadrados, o que en el mundo haya millones de desplazados por el cambio climático, o que en el oeste de USA ardan miles y miles de hectáreas de bosques y desaparezcan por el fuego poblaciones enteras, o que…) pero claro, la trampa de la expresión es ¿Qué entendemos por catástrofe? por suerte, la madre de todas las catástrofes, la que nos haga desaparecer como especie, esa aún no ha llegado... aunque tal vez esté en camino.
Lo que ocurre es que, de momento, las catástrofes son geográficamente regionales, no nos afecta directamente, a quienes vivimos en zonas privilegiadas, que el cuerno de África se muera de hambre, que cada día desparezcan decenas de especies o que miles de personas arriesguen, y pierdan, su vida para llegar sanos y salvos a una pequeña parte del mundo que se ha convertido en la tierra prometida, porque sin duda “algunas partes del mundo son más vivibles ahora… y otras menos”.
¿Y la geoingeniería nos puede ayudar? Más concretamente, ¿nos puede ayudar con el cambio climático y evitar sus fatales consecuencias?
Pues la verdad es que cuando las propuestas son de tal magnitud como el uso de aerosoles estratosféricos con compuestos sulfúricos o la fertilización oceánica con hierro, por poner sólo dos ejemplos, dan un poco de miedo…global. Lo que necesitamos pedirle a la geoingeniería depende de lo que como especie le pidamos al futuro. Si queremos seguir como hasta ahora, la geoingeniería nos servirá de poco, tal vez el único interlocutor que nos quede sea la “ingeniería espacial”, una conversación a la que algunos se han sumado dando la extraña sensación de que ya quieren abandonar el barco. Ahora bien, si vemos nuestro futuro como especie de forma más apacible, sentados tranquilamente a la orilla del mar, leyendo un buen libro, p.ej. La locura del Solucionismo tecnológico, de Evgeny Morozov, sólo necesitaríamos un buen jardinero que nos plante una palmera para darnos sombra.
Los que lo tienen más claro en sus argumentos son los del cuerno de la abundancia, los cornucopianos.
Para esta buena gente no hay que seguir como hasta ahora, todo lo contrario, tenemos que pisar el acelerador e ir incluso más deprisa. ¡No hay problema! la ciencia y el mercado nos darán la solución antes de estamparnos contra el muro de la extinción. Sólo ésto nos salvará (bueno a una parte, la otra no cuenta), la riqueza y no la pobreza, el mercado y no el intervencionismo de los estados, la gran ciencia en manos privadas y no los experimentos caseros de las administraciones públicas. Casi podríamos decir que para salvar la naturaleza (bueno, en este caso también una parte) lo mejor es destruir la naturaleza (el resto).
Dicen las malas lenguas que los amigos del cuerno Julian Simon, el “liquidador del pesimismo”, Fred Singer el de “todos los científicos están equivocados menos yo” o Bjorn Lomborg, el de “sois unos exagerados, esto no es para tanto”, promotores recalcitrantes de estas teorías, son unos neoliberales, antropocentristas y tecnocentristas. Qué va hombre, son unos optimistas (¡¡unos makinas” es lo que son¡¡ como dirían mis hijos) unos expansivos boomers. El aburrido pesimista era Thomas Malthus aquel que decía que “somos mucha gente y esto no da para todos”, él y sus seguidores sí que son unos condenados doomers.
Lo cierto es que están tan convencidos de lo que dicen, tienen una fe tan ciega en sus argumentos y en que los avances científicos y tecnológicos solo serán posibles en un sistema de libre mercado que Oreskes y Conway llaman a su posición tecnofideísmo. Claro, se acuerdan del libre mercado después de que gracias en buena medida al dinero público de las economías más potentes, los Estados, han viajado al espacio, han pisado la luna, han impulsado la máquina-herramienta, han creado ARPANET, Internet, el GPS, han impulsado Silicon Valley o como ejemplo más actual han financiado con miles de millones a las compañías farmacéuticas para facilitar el desarrollo de las vacunas contra el COVID. Ante los grandes problemas han sido los estados, y no el libre mercado, los que han actuado, y sin duda deberían actuar en muchos problemas más.
En este punto de la discusión Marina Garcés, nos describe una solución: valga la redundancia, “el solucionismo” y su utopía de “transportar a la humanidad a un mundo sin problemas”.
Y este viaje hasta el mundo sin problemas dicen que lo haremos a través de la tecnología inteligente, en ella creemos y confiamos, los humanos ya no necesitaremos saber ni pensar, las cuestiones difíciles, los retos de nuestra sociedad (hambre, crimen, corrupción, calentamiento global…) las resolverán las inteligencias artificiales.
¿Seremos unos crédulos como plantea Garcés?
Pues si a estas alturas ya hemos acabado de leer el libro de Morozov que empezamos a leer unos párrafos más arriba, seguramente nos habrá convencido de que creer en esto nos convierte en unos crédulos peligrosos. Ni la revolución digital, ni las empresas de Silicon Valley tienen a capacidad de crear un milagro técnico que resuelva todos nuestros problemas, si esto llegara a ocurrir, dejaríamos de ser humanos. El mundo tiene fallos, nuestra especie tiene fallos, la vida tiene fallos (de hecho, tiene tantos que nos acabamos muriendo) y además nuestras acciones tienen consecuencias. Resolver los fallos o asumir las consecuencias está en manos de todas y cada una de las personas que conformamos nuestra sociedad.
Para terminar Emma Harris nos ayuda a cerrar esta reflexión advirtiéndonos de los riesgos de la exageración catastrofista sobre el cambio climático o sobre el fin del mundo, en su artículo ‘Inevitable Planetary Doom Has Been Exaggerated‘ ya nos avisa que esta actitud podría desembocar en la inacción de cada ser humano, algo así como pensar “si nada tiene remedio para qué hacer nada”
Poco más, ánimo...
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